martes, 10 de marzo de 2009

Frías Cenizas Parte IV

Había caído la peor tormenta en meses, las aguas estaban por todos lados, el pavimento destruido por los torpedos y por el paso de los tanques estaba convertido en un lodazal intransitable que parecía pegamento. La pequeña casa, que desde hacia cinco años servía de hogar para Darko, Alia padre y el primo Nikola que ya rondaba los dieciocho años y tenía que esconderse para no ser reclutado por el ejército federal, era lo único que un ya muy cansado Alia había podido reconstruir de la granja familiar, estaba a causa de tanta agua y granizo aislada del resto de pueblo, los caminos de tierra habían desaparecido debajo de tres pulgadas de sedimento arrastrado desde las peladas colinas vecinas, multitud de baldes se amontonaban en el piso llenos hasta el tope de agua de las goteras que las piedras levantadas por las bombas y las esquirlas de granada habían hecho en el desvencijado techo. A pesar de todo, los Kratcij tenían suerte de tener un techo donde pasar el agua y las demás calamidades, Darko sabía de muchas familias de Prijedor que habían tenido que mudarse forzadamente, de otras tantas que ya no tenían casa y de multitudes que habían tenido que salir como refugiados a países vecinos, Darko y Nikola pasaban terribles horas de ocio, porque como ya no había escuela a donde ir y tampoco había trabajo, lo único que quedaba era pasar el tiempo husmeando entre los despojos de la ciudad y el poco bosque que quedaba, a los militares en sus grotescas tareas de limpieza étnica.

En la tarde del tercer día de esas lluvias inclementes, Darko y Nikola casi dormían del aburrimiento, cuando sintieron la presencia de alguien más en la casa, era muy temprano para que fuera Alia padre, tomaron unos palos y se pusieron alerta, en el umbral de la habitación vieron a un empapado uniformado del ejército federal, sosteniendo dos fusiles de asalto y uno mas en la espalda, el hombre aunque lleno de lodo, les pareció familiar, Alia gritaron al unísono, el soldado soltó los fusiles y corrió hacia ellos, los muchachos se le acercaron aun intrigados y al ver los temibles ojos azules de su hermano mayor dejaron de tener dudas, era Alia hijo, quien estaba en una misión cuando su unidad fue interceptada y la mayoría de sus compañeros murieron, el pudo escapar y conseguir las tres armas que llevaba consigo, le explicó que su deber era eliminar a todos lo que no fueran de su raza y que ya llevara catorce en su cuenta personal, les mostró los fusiles llenos de lodo pero perfectamente funcionales, les dijo que era uno para cada uno de ellos, “el mas grande es para ti que ya deberías estar con nosotros deshaciéndote de esos cerdos que sólo ensucian la Gran Serbia” gritó cuando le lanzaba el fusil a Nikola, “es para que se defiendan si alguien quiere entrar a la casa y matarlos a ustedes o a mi padre, deben apuntar siempre a la cabeza y no deben vacilar” les decía mientras les explicaba el funcionamiento de los fusiles.

Alia padre, llegó como a las diez de la noche, los muchachos se acababan de limpiar y el viejo sintió un gran alivio al ver a su hijo mayor sano y salvo, “saludos padre” le dijo parándose firme, el viejo que no tenía ya ganas de ser protocolario lo abrazó tan fuerte que Alia sintió que le quebraba las costillas. Esa noche al calor de la chimenea de piedra, recordaron los tiempos en que eran felices, cuando Valentina vivía, cuando Darko era un niño que parecía retrasado y que caía en todas las bromas de Alia y de Nikola, recordaron cuando Nikola llegó a la granja subido en una carreta y con semillas de sorgo en los oídos y en los calzones, y tantas otras historias que pasan cuando no hay que preocuparse por las estupideces de los políticos y sus ideologías pasadas de moda, que llevan a la gente a comportarse como animales salvajes. Alia le dijo a su padre que debía regresar a su comando el día siguiente por la mañana y que le había dado dos fusiles a Darko y a Nikola, el viejo aceptó sin remilgo, pero con la intención de desaparecer las armas ni bien Alia hubiese partido.

El día lucía calmo, parecía que el temporal había cedido y que por lo menos no llovería durante un par de horas, Alia besó a su hijo en la frente y le dijo que se cuidara, el joven bajo la cabeza, dio la vuelta y se fue a pie con dirección a las colinas, el viejo se quedó en la puerta esperando que su hijo se perdiera de vista, cuando ya no pudo verlo, entro rápidamente y le pidió las armas a los muchachos, estos las entregaron sin protestar y Alia les explicó que no deberían usarlas por nada del mundo, que eran aparatos malditos y que nunca deberían imitar lo que hacía su hijo mayor, que Nikola debería permanecer escondido en la granja hasta que la guerra terminara, si es que un día terminaba, que no quería a otro asesino en la familia y que si las cosas empeoraban se irían a Italia como refugiados.

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