La tarde en que Nikola Kratcij llegó al campamento del ejército federal, los nuevos reclutas estaban formados en un pelotón, sin camisa y recibiendo a gritos las primeras instrucciones, lo bajaron a patadas del todo terreno, atado de pies y manos, cayó como un saco de papas al lodoso suelo, lo pusieron de pie, y el teniente Radmil les gritó a los demás que había llegado el cobarde que había huido por varios meses de sus obligaciones pero que ya estaba con ellos y que lo convertirían en un verdadero serbio. Alia Kratcij estaba haciendo sus ejercicios cuando escuchó los gritos del teniente, se acercó al lugar y vio a su maltrecho primo amarrado como un animal, lleno de sangre y lodo. Como un balde de agua fría le cayó la grotesca imagen, sabía que él mismo tenía la culpa, pero se justificaba sin mucho convencimiento en su deber como militar, de todas formas Nikola se repondría y pronto estaría en el campo de batalla forjando junto a él la nación que sus oficiales le repetían sería solo para los serbios de pura cepa. Pero Alia, una vez más estaba equivocado, Nikola se recuperó físicamente, cumplía con sus tareas y ejercicios, aprendió rápidamente a usar las armas del ejército, pero jamás permitió que la basura propagandística se le metiera en los sesos, simplemente le seguía la corriente a esos desquiciados, como los llamaba, conversaba escasamente con Alia pero le hacía saber su malestar y resentimiento. Un día, cuando los dos casualmente tuvieron tiempo para conversar más holgados, Nikola le contó a su primo lo que el teniente de reclutamiento le había hecho a Darko, Alia montó en cólera, maldijo la hora en que se le había ocurrido delatar a Nikola y en ese momento sin quererlo confesó que él era el culpable de todo el sufrimiento de lo que le quedaba de familia, quiso ponerse en pie y antes de poder gritar lo que sentía, Nikola lo apretó del cuello, gritándole toda clase de maldiciones mientras le estrellaba la cabeza contra el suelo, por su culpa lo habían tratado como perro el día que lo reclutaron, por su maldito fanatismo Darko había sido vejado y violado salvajemente. Como pudo, Alia se lo quitó de encima, le dijo que tenía razón y que iba a arreglar todos los errores que había cometido.
Esa tarde, Alia pidió franco para ir a visitar a su padre. Al llegar a la granja, con la cabeza baja entró a la casa, el viejo Alia estaba sentado fumando un cigarrillo en la improvisada sala mientras Darko miraba, con una expresión perdida, el horizonte tras la ventana. “Saludos padre”, “que haces aquí maldito serbio de mierda”, le contestó el viejo incorporándose y apuntándole a la cara con un fusil de asalto, “padre, no está cargado” le dijo entre dientes, “a que has venido, a ver la miseria en que nos tiene tu ejército, donde está tu Gran Serbia, ¡¿dónde?, maldita sea!, ¡contéstame!”, Alia seguía inexpresivo pero con la mirada fija en el piso, “He venido a pedirte perdón, por mi culpa se llevaron a Nikola y violaron a Darko”. Un certero puñetazo lo tiró al piso y le rompió los labios, “No tienes idea de lo que ha sufrido tu hermano, ¡de lo que he sufrido yo! desde que tus compinches vinieron a esta casa, ¡ni me imagino lo que le han hecho a Nikola!”, “Nikola está bien, no te preocupes por él” le contestó Alia desde el piso con la boca llena de sangre, “Cómo que está bien, nadie puede estar bien con esos bastardos, mira lo que han hecho contigo, eres un animal, traicionaste a tu familia, me traicionaste a mi, yo lo único que quería era salvar a Nikola y a Darko de este infierno, acaso no lo entendiste el día que viniste aquí después de la emboscada”, “¡Habla infeliz, maldigo tu sangre aunque me maldiga a mi mismo!”, “Vine a pedirte perdón a ti y a mi hermano, Nikola ya se vengará...”, “Voy a matar al cerdo que violó a Darko y además vine a decirte que no volverás a verme”, le dijo a su padre mientras se ponía en pie, se limpiaba la sangre de la boca y se disponía a marcharse, cerró la puerta y el viejo se echó a llorar, Darko trabajosamente se le acercó para consolarlo.
Había habido un tiroteo en la calle principal de Prijedor y Nikola había resultado herido en el hombro cuando Alia regresó de su día de franco, fue a verlo al hospital de campaña y le dijo que ya había hablado con su padre y que aunque no lo había perdonado ya se sentía con un peso menos, “¡Ojalá te mueras maldito bastardo!” le gritó Nikola escupiéndole la cara. Más tarde en su tienda, Alia preparó el fusil y la pistola, su uniforme de campaña, pulió sus botas y hebillas, afiló el cuchillo con el que había rebanado ya varias cabezas y se vistió rápidamente.
El teniente Radmil, que también era el encargado de las operaciones de limpieza étnica, había llegado dos horas antes que él luego del tiroteo en Prijedor y había tomado mucho y estaba adormilado en su tienda cuando Alia entró en ella, “Permiso para vengar mi sangre” le dijo parándose firme y haciendo el saludo, “¿Qué estupideces estas diciendo Kratcij?” alcanzó a decir Radmil. Alia rápidamente se acercó a la litera donde estaba acostado el teniente y le puso el cuchillo en el cuello, “Te estoy diciendo que voy a vengarme, por mi hermano, al que violaste en mi casa maldito perro”, el teniente asustado, le dijo que no sabía de lo que estaba hablando, conocía muy bien las habilidades de carnicero del soldado Kratcij y sabía que no se lo iba a quitar fácilmente de encima, con mucho esfuerzo lo empujó y pudo incorporarse, Alia se le fue encima de nuevo sin notar que Radmil había sacado su pistola, “si te mueves te mato, maldito gusano”, Alia tiró el cuchillo al suelo y el teniente volvió la mirada para cerciorarse de que su agresor estaba en efecto desarmado, aprovechando esa pequeña distracción, Kratcij se abalanzó rápidamente sobre las piernas del oficial, este cayó de bruces sobre la litera quebrándola en el acto, Alia le apretó la mano donde sostenía la pistola, que todavía llevaba puesto el silenciador, que horas antes el teniente había usado para matar a un diputado bosnio musulmán, hasta que logró zafarla, con ella misma le dio un par de golpes en la cara y le puso el cañón en la boca, “este es el día en que te pudrirás en el infierno” le dijo cuando apretó el gatillo, una enorme mancha de sangre impregnó la tela de la tienda de campaña. Alia recogió el cuchillo y con la paciencia y precisión de un cirujano le cercenó el cuello hasta prácticamente decapitarlo, poniendo un pie sobre el cuerpo y otro con fuerza sobre la quijada le quebró las vértebras para terminar de arrancar la cabeza del resto del cuerpo, en su furia enfermiza pateó el cuerpo y le hizo cientos de cortes, le mutiló los dedos y le dejó el cuchillo en el centro del pecho, tomó la cabeza y la ensartó en una vara poniéndola fuera de la tienda. De inmediato corrió hacia su propia tienda, recogió sus cosas, y con la agilidad de un lince se perdió en el bosque cercano.
A la mañana siguiente, al toque de la diana, los demás oficiales se dieron cuenta de la muerte de Plamen Radmil, juraron venganza en nombre de su patria y empezaron a investigar lo que había ocurrido. Al pasar el parte diario, notaron que no estaba el soldado de operaciones especiales Kratcij, el oficial a cargo pensó que no había regresado del día de franco que había pedido, pero recordó haberlo visto en el hospital de campaña la tarde del día anterior, de inmediato llamaron al recluta Nikola Kratcij para interrogarlo. Aun adolorido por el balazo en el hombro, el soldado estaba en la formación, lo pasaron a la tienda del comandante y este le preguntó que sabía de Alia, Nikola le contesto que había hablado con él y que le había dicho que quería matar al teniente porque había violado a su primo. En ese momento Nikola sintió que se había vengado de su primo por lo que había hecho, pero al darse cuenta de que lo matarían sin menor consideración, sintió como el pecho se le encogía y recordaba como el que ahora era un matón, lo había defendido tantas veces de los crueles muchachos que se burlaban de él en la calle y en la escuela, de cómo Alia lo había querido como a un hermano después de quedarse huérfano cuando la hermana del viejo Alia, Jelka su madre, murió de un terrible cáncer de garganta. Disimulando no muy bien las ganas de llorar, pidió permiso para salir de la tienda, el comandante que ya había escuchado lo que quería le hizo una señal con la mano para que se fuera de inmediato.
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