lunes, 19 de agosto de 2013

Volviendo...

Después de casi dos años de ausencia, he regresado. Espero publicar pronto, por el momento he hecho un post en el blog de poesía, espero les guste.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011

Hoy es el último día del 2010 y para no dejar más espacios entre las publicaciones de este blog, escribo para desearles, un ya trillado pero sincero, feliz año nuevo. Este año ha implicado una serie de cambios, algunos buenos, otros malos, algunos felices, otros dolorosos, pero al final cambios en nuestra vida. Cambios que de una forma o de otra impactarán en la manera en que vemos la vida y vemos al mundo que tenemos por herencia divina.

Es época también de hacer propósitos y objetivos, pero debemos dejar de hacer planes para empezar a vivirlos. También es época que debemos aprovechar para pasar más tiempo con aquellos que realmente nos importan y que amamos. Aprovechemos también para mirar hacia atrás y recordar todos aquellos momentos que nos hicieron sentir vivos y darle gracias al Creador por todo lo que hemos recibido en este año que hoy se termina.

Les deseo a todos un muy feliz fin de año, que las tradiciones que cada una de sus familias tiene para estas ocasiones se realicen una vez mas y que entremos a 2011 con la energía y la fe necesarias para vivir intensamente cada una de las horas que El Eterno nos regalará en los días por venir.

lunes, 12 de abril de 2010

Frías Cenizas Parte VIII (Final)

Dos meses después, ya recuperado de la herida de batalla, pidió permiso al comandante para ir a visitar a su tío. Llegó a la granja un poco antes del almuerzo, un tibio olor a comida bien preparada salía de la cocina, la tía Zvonimira que había tenido que salir de Prijedor hacía cinco días cuando el edificio donde vivía se vino abajo en un estruendo de morteros y explosiones de gas, ya estaba instalada en la granja de su cuñado y se dedicaba a preparar con esmero la comida, cuando vio una sombra en la puerta, de inmediato la señora que había perdido peso y estaba un poco desaliñada, pero con el buen humor intacto, giró la cabeza y vio a un conmovido Nikola quien ya la suponía muerta o refugiada en Croacia, “Ven acá, dale un abrazo a tu tía niño malcriado”, le dijo cariñosamente, los dos se perdieron en un tumulto de abrazos, exámenes para ver si no habían heridas, preguntas, bendiciones a la Virgen y por un momento olvidaron que estaban en guerra y que a pocos kilómetros todavía estallaban bombas y sonaban estrepitosamente los tanques arrasando indiscriminadamente lo que encontraban a su paso.

El viejo Alia estaba enfermo con un tremendo resfriado y Darko quien se había recuperado un poco de su pierna y ya había soltado una de sus muletas, no se dieron cuenta de que había llegado su primo. La tía le dijo que la ayudara a poner la mesa y que no hiciera ruido, que quería darle la sorpresa a los dos.
Juntos pusieron los platos y los pocos tenedores, la ensalada y el guisado que despedía un olor irresistible estaban en el centro de la mesa, “Vengan a comer” dijo la señora, al poco rato apareció Darko y el viejo Alia, quien a pesar de estar todavía resfriado pudo sentir el penetrante olor del guiso, Darko preguntó por el plato extra y la tía le dijo que era una sorpresa, pero que no preguntara más y se sentara para servirle los alimentos. En eso estaba cuando en el umbral apareció Nikola, vestido de civil y con una sonrisa de oreja a oreja, lo dos tiraron los tenedores y salieron a saludar efusivamente al primo, se fundieron en un abrazo y en un mar de lágrimas, lo invitaron a sentarse y a que los pusiera al tanto de todo lo ocurrido.

Después de comer, pasaron a la sala, que ya con un toque femenino tenía flores, cortinas en las ventanas y estaba bastante limpia, Nikola les contó con lujo de detalles lo que Alia había hecho con el oficial y que también sabía que a menos que huyera a Hungría o a Rumania, tarde o temprano lo atraparían o lo cazarían como a un ciervo y pondrían su cabeza como trofeo en el campamento de Prijedor para que sirviera de ejemplo. El viejo Alia, quien aunque sentía dolor por su hijo, no había podido perdonarlo, dijo que el destino que su hijo mayor había escogido ya estaba echado y que si le tocaba morir como un animal salvaje era porque en eso se había convertido hacía ya mucho tiempo. Darko en cambio sentía el dolor de perder a su hermano y se imaginaba que lo mismo le podía pasar a Nikola en cualquier batalla.

La conversación cambió de tema cuando la tía Zvonimira apareció con galletas y con chocolate caliente, cosas que solo ella sabía donde conseguir en medio del zafarrancho de la guerra, no le importaba que sobre su cabeza le pasaran silbando los cohetes y las esquirlas, ella era incansable en su afán del buen comer y todos le agradecían a la providencia que estuviera con ellos en esos duros momentos. Además sus platos eran de una sazón tan especial que en toda Bosnia era imposible encontrar otra comida igual.
“¿De dónde sacas estas cosas si afuera apenas hay calles y mucho menos mercado?”, preguntó un intrigado Darko, “Una vieja solterona como yo ha tenido mucho tiempo para hacer contactos”, dijo Svonimira sonriente y con un brillo particular en los ojos.
“Y, si es verdad que tienes tantos contactos, ¿crees que podrías sacarnos algún día de aquí… tía?” preguntó Nikola, “Ojalá esto termine pronto, mi querido Nikola, porque mis amigos de la cocina no son muy buenos en las relaciones diplomáticas”, rió la tía con una carcajada sonora pero que de gracioso no tenía nada.

Siguieron comiendo y riendo por un buen rato hasta que llegó la hora del postre, Svonimira había preparado pastel de arándanos, el postre favorito de Jelka, Nikola sintió en ese momento que todos los recuerdos de su madre volvían a su cabeza, no pudo contener las lágrimas. “¿Es que acaso no te gustan los arándanos?, vamos mira que no son cebollas” dijo Svonimira, “No es eso tía, es que me acuerdo mucho de mi madre, eso es todo”, concluyó Nikola. Todos comprendieron que era hora de dejar al muchacho por un rato solo con el fantasma de su madre para que conversaran en ese silencio que únicamente entienden las personas que han perdido lo que más amaron en su vida.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Frías Cenizas Parte VII

La tarde en que Nikola Kratcij llegó al campamento del ejército federal, los nuevos reclutas estaban formados en un pelotón, sin camisa y recibiendo a gritos las primeras instrucciones, lo bajaron a patadas del todo terreno, atado de pies y manos, cayó como un saco de papas al lodoso suelo, lo pusieron de pie, y el teniente Radmil les gritó a los demás que había llegado el cobarde que había huido por varios meses de sus obligaciones pero que ya estaba con ellos y que lo convertirían en un verdadero serbio. Alia Kratcij estaba haciendo sus ejercicios cuando escuchó los gritos del teniente, se acercó al lugar y vio a su maltrecho primo amarrado como un animal, lleno de sangre y lodo. Como un balde de agua fría le cayó la grotesca imagen, sabía que él mismo tenía la culpa, pero se justificaba sin mucho convencimiento en su deber como militar, de todas formas Nikola se repondría y pronto estaría en el campo de batalla forjando junto a él la nación que sus oficiales le repetían sería solo para los serbios de pura cepa. Pero Alia, una vez más estaba equivocado, Nikola se recuperó físicamente, cumplía con sus tareas y ejercicios, aprendió rápidamente a usar las armas del ejército, pero jamás permitió que la basura propagandística se le metiera en los sesos, simplemente le seguía la corriente a esos desquiciados, como los llamaba, conversaba escasamente con Alia pero le hacía saber su malestar y resentimiento. Un día, cuando los dos casualmente tuvieron tiempo para conversar más holgados, Nikola le contó a su primo lo que el teniente de reclutamiento le había hecho a Darko, Alia montó en cólera, maldijo la hora en que se le había ocurrido delatar a Nikola y en ese momento sin quererlo confesó que él era el culpable de todo el sufrimiento de lo que le quedaba de familia, quiso ponerse en pie y antes de poder gritar lo que sentía, Nikola lo apretó del cuello, gritándole toda clase de maldiciones mientras le estrellaba la cabeza contra el suelo, por su culpa lo habían tratado como perro el día que lo reclutaron, por su maldito fanatismo Darko había sido vejado y violado salvajemente. Como pudo, Alia se lo quitó de encima, le dijo que tenía razón y que iba a arreglar todos los errores que había cometido.

Esa tarde, Alia pidió franco para ir a visitar a su padre. Al llegar a la granja, con la cabeza baja entró a la casa, el viejo Alia estaba sentado fumando un cigarrillo en la improvisada sala mientras Darko miraba, con una expresión perdida, el horizonte tras la ventana. “Saludos padre”, “que haces aquí maldito serbio de mierda”, le contestó el viejo incorporándose y apuntándole a la cara con un fusil de asalto, “padre, no está cargado” le dijo entre dientes, “a que has venido, a ver la miseria en que nos tiene tu ejército, donde está tu Gran Serbia, ¡¿dónde?, maldita sea!, ¡contéstame!”, Alia seguía inexpresivo pero con la mirada fija en el piso, “He venido a pedirte perdón, por mi culpa se llevaron a Nikola y violaron a Darko”. Un certero puñetazo lo tiró al piso y le rompió los labios, “No tienes idea de lo que ha sufrido tu hermano, ¡de lo que he sufrido yo! desde que tus compinches vinieron a esta casa, ¡ni me imagino lo que le han hecho a Nikola!”, “Nikola está bien, no te preocupes por él” le contestó Alia desde el piso con la boca llena de sangre, “Cómo que está bien, nadie puede estar bien con esos bastardos, mira lo que han hecho contigo, eres un animal, traicionaste a tu familia, me traicionaste a mi, yo lo único que quería era salvar a Nikola y a Darko de este infierno, acaso no lo entendiste el día que viniste aquí después de la emboscada”, “¡Habla infeliz, maldigo tu sangre aunque me maldiga a mi mismo!”, “Vine a pedirte perdón a ti y a mi hermano, Nikola ya se vengará...”, “Voy a matar al cerdo que violó a Darko y además vine a decirte que no volverás a verme”, le dijo a su padre mientras se ponía en pie, se limpiaba la sangre de la boca y se disponía a marcharse, cerró la puerta y el viejo se echó a llorar, Darko trabajosamente se le acercó para consolarlo.

Había habido un tiroteo en la calle principal de Prijedor y Nikola había resultado herido en el hombro cuando Alia regresó de su día de franco, fue a verlo al hospital de campaña y le dijo que ya había hablado con su padre y que aunque no lo había perdonado ya se sentía con un peso menos, “¡Ojalá te mueras maldito bastardo!” le gritó Nikola escupiéndole la cara. Más tarde en su tienda, Alia preparó el fusil y la pistola, su uniforme de campaña, pulió sus botas y hebillas, afiló el cuchillo con el que había rebanado ya varias cabezas y se vistió rápidamente.

El teniente Radmil, que también era el encargado de las operaciones de limpieza étnica, había llegado dos horas antes que él luego del tiroteo en Prijedor y había tomado mucho y estaba adormilado en su tienda cuando Alia entró en ella, “Permiso para vengar mi sangre” le dijo parándose firme y haciendo el saludo, “¿Qué estupideces estas diciendo Kratcij?” alcanzó a decir Radmil. Alia rápidamente se acercó a la litera donde estaba acostado el teniente y le puso el cuchillo en el cuello, “Te estoy diciendo que voy a vengarme, por mi hermano, al que violaste en mi casa maldito perro”, el teniente asustado, le dijo que no sabía de lo que estaba hablando, conocía muy bien las habilidades de carnicero del soldado Kratcij y sabía que no se lo iba a quitar fácilmente de encima, con mucho esfuerzo lo empujó y pudo incorporarse, Alia se le fue encima de nuevo sin notar que Radmil había sacado su pistola, “si te mueves te mato, maldito gusano”, Alia tiró el cuchillo al suelo y el teniente volvió la mirada para cerciorarse de que su agresor estaba en efecto desarmado, aprovechando esa pequeña distracción, Kratcij se abalanzó rápidamente sobre las piernas del oficial, este cayó de bruces sobre la litera quebrándola en el acto, Alia le apretó la mano donde sostenía la pistola, que todavía llevaba puesto el silenciador, que horas antes el teniente había usado para matar a un diputado bosnio musulmán, hasta que logró zafarla, con ella misma le dio un par de golpes en la cara y le puso el cañón en la boca, “este es el día en que te pudrirás en el infierno” le dijo cuando apretó el gatillo, una enorme mancha de sangre impregnó la tela de la tienda de campaña. Alia recogió el cuchillo y con la paciencia y precisión de un cirujano le cercenó el cuello hasta prácticamente decapitarlo, poniendo un pie sobre el cuerpo y otro con fuerza sobre la quijada le quebró las vértebras para terminar de arrancar la cabeza del resto del cuerpo, en su furia enfermiza pateó el cuerpo y le hizo cientos de cortes, le mutiló los dedos y le dejó el cuchillo en el centro del pecho, tomó la cabeza y la ensartó en una vara poniéndola fuera de la tienda. De inmediato corrió hacia su propia tienda, recogió sus cosas, y con la agilidad de un lince se perdió en el bosque cercano.

A la mañana siguiente, al toque de la diana, los demás oficiales se dieron cuenta de la muerte de Plamen Radmil, juraron venganza en nombre de su patria y empezaron a investigar lo que había ocurrido. Al pasar el parte diario, notaron que no estaba el soldado de operaciones especiales Kratcij, el oficial a cargo pensó que no había regresado del día de franco que había pedido, pero recordó haberlo visto en el hospital de campaña la tarde del día anterior, de inmediato llamaron al recluta Nikola Kratcij para interrogarlo. Aun adolorido por el balazo en el hombro, el soldado estaba en la formación, lo pasaron a la tienda del comandante y este le preguntó que sabía de Alia, Nikola le contesto que había hablado con él y que le había dicho que quería matar al teniente porque había violado a su primo. En ese momento Nikola sintió que se había vengado de su primo por lo que había hecho, pero al darse cuenta de que lo matarían sin menor consideración, sintió como el pecho se le encogía y recordaba como el que ahora era un matón, lo había defendido tantas veces de los crueles muchachos que se burlaban de él en la calle y en la escuela, de cómo Alia lo había querido como a un hermano después de quedarse huérfano cuando la hermana del viejo Alia, Jelka su madre, murió de un terrible cáncer de garganta. Disimulando no muy bien las ganas de llorar, pidió permiso para salir de la tienda, el comandante que ya había escuchado lo que quería le hizo una señal con la mano para que se fuera de inmediato.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Frías Cenizas Parte VI

El viejo Alia, llegó a la granja como siempre, después de las nueve, vio la puerta destrozada e imaginó lo peor, a toda prisa recorrió la casa, vio la sangre en el piso de la cocina, las huellas de barro de las botas militares por toda la casa y al fin encontró a Darko, tirado en la cama del cuarto del primo Nikola, desnudo y apenas cubierto por una sábana sucia, tenía 39 grados de temperatura y sudaba copiosamente, “que te paso, mi niño...”, “cuéntale a este viejo que más tiene que soportar en esta vida miserable” le dijo Alia con los ojos llenos de lágrimas y con la voz entrecortada, “se llevaron a Nikola... a Nikola” fue todo lo que el muchacho pudo decir antes de quedar inconsciente de nuevo, “malditos militares, maldita la hora en que permití que Alia se convirtiera en uno de esos criminales” gritó desgarradoramente el viejo cayendo de rodillas y con las manos en el rostro.

Buscó la ropa del muchacho y la encontró desgarrada en la cocina, vio en una esquina la ropa interior del muchacho e inmediatamente buscó uno de los fusiles que su hijo Alia había llevado unos días antes y salió de la casa en dirección a las colinas gritando maldiciones contra el ejército y haciendo disparos al aire, cuando de repente cayó en un enorme charco que lo cubrió de agua hasta el pecho, el baño inesperado lo sacó del trance de rabia y le hizo pensar en Darko quien estaba inconsciente en un cuarto de la casa, como pudo salió del hueco y corrió hacia la casa, cubrió al muchacho, sacó el desvencijado automóvil y partió a la ciudad a buscar un médico.

Janez Dubrik era un viejo médico que había servido durante cuarenta y cinco años en el ahora destruido hospital general de Prijedor, era amable y certero en sus tratamientos. El anciano trataba de sintonizar su televisor cuando oyó un toque desesperado en su puerta, avanzó lentamente y preguntó quien llamaba, “Kratcij, Alia Kratcij” escuchó a través de la desvencijada puerta, abrió y Alia lo tomó de los brazos y lo condujo al automóvil, Darko estaba recostado en el asiento trasero, “creo que lo violaron, ha estado inconsciente y con mucha fiebre” explicó al doctor Dubrik, “¿Cuantos años tiene?” preguntó el médico, “dentro de cinco días cumple quince” dijo sollozando el viejo Alia, “es una desgracia esta guerra, nos friega a todos” acotó el anciano mientras caminaba a su casa en busca de sus instrumentos, “Consigue agua fría y unas vendas” le dijo mientras regresaba con un maletín en las manos y el estetoscopio colgado en el cuello. Después de reanimar al muchacho, empezó a auscultarlo, determinó que sólo eran contusiones no muy graves y que la fiebre se debía a que tenía fracturas en una pierna, le curó las heridas y le entablilló la pierna, “debes llevarlo a la frontera con Croacia allá hay un hospital de campaña de la Cruz Roja y pueden ponerle yeso en la pierna y darle más medicinas, aquí no tenemos ya nada de eso, dale estas pastillas para la fiebre y mantenlo fresco, debe descansar toda la noche, sácalo de aquí temprano por la mañana, cuando llegues al campamento de la Cruz Roja, dile a los médicos que vas de parte mía, tengo algunos amigos trabajando ahí que te pueden atender rápido, yo quisiera ir a ayudarlos pero estoy muy viejo para eso y prefiero morir en mi casa” dijo el médico encogiéndose de hombros. Alia le dio las gracias al médico, subió al auto y se puso en marcha, eran las doce y treinta cuando llegó a la granja, puso a Darko en su cama y se quedo vigilante toda la noche, dándole vueltas a las ideas de venganza, el ejército le había matado a su esposa en un accidente, le había llenado de basura la cabeza a su hijo mayor, le había secuestrado a su sobrino al que quería como a un hijo y le había robado cruelmente la inocencia a su hijo menor, suficientes motivos para querer matarlos a todos y hacerles sufrir lo mismo que él sentía esa noche.

A las seis de la mañana, sacó a Darko de la cama, lo llevó al auto y se puso en marcha a la frontera, después de atravesar un camino lunar y escuchar explosiones, disparos y con el terror de pensar que podría terminar con una bala perdida en la cabeza, llegó al campamento de la Cruz Roja, se bajó del auto, tomó al muchacho en sus brazos y lo llevó a la tienda principal. Una fila de heridos esperaban su turno por atención, los médicos italianos, franceses, suizos, alemanes y suecos no se daban abasto, la sangre escaseaba y los enfermos y heridos llegaban por decenas, el espectáculo era funesto, terrible y profundamente desalentador. Alia se las arregló para pasar la fila aún con el cuerpo convaleciente de su hijo. Dijo que venia de parte del doctor Dubrik de Prijedor, “¿el viejo Dubrik todavía esta vivo?” preguntó un asombrado enfermero, “Por suerte así es” contesto Alia agradecido de haber encontrado a alguien que conocía el médico que lo había recomendado, el enfermero llevo a Darko a una camilla, le examinó la pierna, preguntó que medicamento estaba tomando, llamó a una enfermera para que lo ayudara con la escayola, en treinta minutos todo estaba listo, llamaron a un médico italiano quien examinó el trabajo, le tomó la temperatura y la presión sanguínea y procedió a recetarle los medicamentos para la fiebre y la inflamación, “vaya a la tienda número siete, ahí esta la despensa de medicinas, presente esta orden y regrese dentro de una semana” dijo el médico en italiano y una de las enfermeras se encargó de traducir.

viernes, 26 de junio de 2009

El presagio del Duque

¡Corre, Corre!, se escuchaba al fondo, era un poco borrascoso el paisaje, sombras y humo a los costados, ¡Imposible pasar por ahí!, le dijo su compañero, un tirón de la camisa y cayó al piso, volvió la vista y ahí estaban de nuevo, ¡Corre, Corre!, con ecos y susurros, ¿Cómo es que nos siguen?, si yo apenas puedo verlos, faltaba el aire, el ambiente se enrarecía con tanto humo, ¡No puedo correr más!, y cayó al piso, y ahí estaban de nuevo, susurrantes pero sin rostro, solo la punta de sus orejas era visible, veía sus manos empuñando espadas, filosas espadas listas para cortarlo en pedazos, ¿Y mi amigo?, miraba para todos lados y no podía ver a su compañero, ¿Dónde estás?, quienquiera que fuera, necesitaba verlo, escuchar sus voces de aliento y de repente su cara apareció frente a él, ensangrentado y con expresión de profundo terror, los mechones rubios de su pelo goteaban sangre, espesa y roja como el color de su camisa. Gritó desesperado. ¡No puedo encontrar la salida!, ¿dónde está, dónde está?, y de nuevo la cara de su compañero, con la expresión macabra y estirada, miró a su costado y vio el brazo de uno de sus perseguidores sosteniendo la cabeza de su compañero por la parte trasera del cuero cabelludo, el pelo rubio se enredaba en los grises dedos del asesino, ¡Maldito, maldito perro!, gritaba descontrolado. ¿Quién diablos eres? Alcanzó a decir cuando vio la espada acercarse certera a su cuello.

Sudor frío bajaba por su frente, las gotas se deslizaban por su cara y caían sobre las delicadas almohadas, la respiración agitada y los puños cerrados, gritó y su amante lo estremeció para que despertara, ¡Es una pesadilla, cálmate!, se bajó de prisa, sacó la espada que estaba bajo la cama, como poseído buscaba a un enemigo invisible, lanzando espadinzazos al aire, la mujer lo observaba desde la cama, gritándole que se calmara y que no había nadie más que ellos en la recámara mientras levantaba las sábanas cada vez que la espada se acercaba a ella, como pudo escapó de la habitación y se dirigió al recinto de los guardias, ¡Muévanse que el Duque está como loco!. De prisa los guardias tomaron sus espadas y una pesada red de cadenas. Dirigiéndose hacia el aposento ducal empuñando sus armas, de una patada abrieron las puertas, mientras el Duque permanecía blandiendo su espada contra algo o alguien cerca de la ventana, ¡Cálmese señor, no hay nadie!, exclamaba en tono conciliador el capitán de la guardia, ¡Maldito seas asesino, mataste a mi amigo!, le contestó el Duque mientras corría hacia él con la espada en alto, apenas logró esquivar el golpe del arma y se puso a salvo, la red le cayó encima al Duque, quien del golpe inflingido por los eslabones de hierro de las cadenas cayó sin sentido al piso. ¿Lo han matado?, No señora, está desmayado nada más, dijo el capitán mientras se acercaba al pecho para sentirle los latidos del corazón.

Con la cruz empuñada en su mano derecha apareció obispo, bendijo a los presentes y se acercó a la cama del Duque para espantarle los demonios, ¡Salgan de aquí!, les dijo a los curiosos, mientras sacaba de su sotana un libro y varios utensilios. Quince minutos más tarde salió de la recámara con la misma ceremonia con la que entró. Engreído en su fama, el obispo era más parecido a un mago de feria que a un prelado de Su Santidad, pero nadie lo cuestionaba, se le acercó a la amante del Duque, y después de proclamarla adúltera y pecadora, exclamó que era la portadora de la estirpe de demonios que habían atacado al Duque en sus sueños, ¡Deben deshacerse de ella!, gritaba mientras la sostenía de los brazos, de un empujón la entregó a la enardecida multitud que se agolpaba a las puertas de la casa ducal, la mujer clamaba por su inocencia y por su vida, sus dos hijos la miraban desde el costado de la calle sin poder hacer nada. De la muchedumbre aparecieron lazos y leños, la ataron a un poste en la plaza y le prendieron fuego.
La noche fue larga y los gritos de la mujer se apagaron tan solo unos momentos antes de despuntar el alba, la agonía fue cruel y lenta. Los hijos de la mujer lloraron hasta que sus ojos no pudieron más, se les secaron las lágrimas para siempre.

El Duque despertó después de mediodía preguntando por su amante, nadie le dio razones de ella. El obispo llegó a verlo unas horas después, el Duque le besó el anillo de amatista y le invitó una copa, ¿Cómo se siente?, Muy bien gracias a Dios ¿Debería acaso sentirme mal, Su Excelencia Reverendísima?, No para nada, es simple curiosidad, contestó el prelado. Los asuntos de la región no andaban nada bien, los excesos del Duque y sus consejeros tenían molesto al Rey y les daban motivos a sus enemigos. Debe deshacerse de la mala hierba, le aconsejó el obispo, Aquí no hay mala hierba, se lo aseguro Su Excelencia. La noche cayó de prisa, el Duque sentía una sensación de haberse perdido en algún lugar, aletargado se encaminó a su cuarto pero cayó dormido unos cuantos pasos antes de llegar a la puerta. Pies sigilosos se le acercaron y lo levantaron en vilo, bajaron las interminables escaleras hasta llegar al sótano, hablaban bajo y sin mirarse directamente. Lo arrojaron sobre un montón de paja y basuras, subieron de nuevo y cerraron la puerta.

Arrodillado frente a una imagen de la Virgen Santísima, el obispo rezaba sus oraciones, sin sotana y en ropa de dormir, dos personas se le acercaron y con un trapo le taparon la boca, quiso soltarse pero no pudo, el crucifijo se le deslizó y cayó sobre la almohada del reclinatorio enredándose con el rosario. Lo ataron con un grueso lazo y lo cubrieron con un saco. Se deslizaron entre las sombras, mientras chorros de vapor salían de los sótanos de las casas vecinas. Nadie los escuchó.

Abrieron la reja y tiraron el cuerpo cerca de la paca de paja donde yacía el Duque, con los ojos saltados el obispo trataba de divisar a sus captores. La luz del día siguiente llegó tarde, era invierno y una densa niebla cubría la villa, gotas de agua se filtraban por las paredes de la casa ducal. El Duque se despertó y todavía medio dormido quiso incorporarse, tropezó con algo y cayó de nuevo al piso, se incorporó buscando la salida cuando unos quejidos llamaron su atención, ¡Señor obispo!, ¿Qué le han hecho?, desató las sogas y le quitó la mordaza, el religioso estaba exhausto no había dormido en toda la noche, ¡Busquemos la salida hijo, por el amor de Dios!, subieron las escaleras, la reja del sótano estaba cubierta con madera, la luz apenas entraba. Sellaron la salida Su Excelencia, es imposible salir por aquí. El obispo lo aparto de un tirón y empezó a pedir ayuda a gritos. Nadie respondía. Es imposible que nadie escuche, cerca de aquí está la guardia ¿no es así?, Deberían escucharnos Su Excelencia, pero no me explico porque no acuden en nuestra ayuda. Un crujido en el sótano llamó su atención, ¿Quién es?, el silencio les ahogó la voz, escuchaban susurros, ¿Quién anda ahí?, clamó el obispo, mientras un halo de luz daba con la cara del Duque, sus ojos azules quedaron inmóviles, como indicándole que viera hacia el costado, de entre las penumbras se miraba el brillo de una espada, ¡Corra señor obispo!, a toda prisa bajaron las escaleras, el Duque tomó la espada que colgaba de la pared, recordó que había una salida del sótano que daba a la calle, ¡Busque la luz, señor obispo!, la salida no estaba lejos, la empujaron con fuerza y salieron a la calle, una intensa niebla no dejaba ver nada, Quédese junto a mi Su Excelencia. Créeme hijo que no pienso separarme de tu camino. Le dijo el asustado Obispo. Los susurros de nuevo, por la derecha, las sombras se aproximaban, la luz era poca y la niebla demasiado densa, ¡Corra!, no puedo hijo no puedo, mientras el obispo caía en un charco hediondo. Lo levantó de un brazo y lo llevó casi a rastras por dos manzanas, ¿Dónde estamos?, ¡No lo sé!, debemos salir de aquí. Los pasos se les acercaban, el obispo cayó de nuevo, quejándose mientras se sostenía una pierna. Me he fracturado hijo, sigue solo. No puedo, usted está conmigo en esto, Dios no me perdonaría si lo dejo aquí para que lo maten, ¡vamos, levántese!, Caminaron un poco más, al doblar una esquina encontraron una carreta, el Duque soltó el caballo y subió al obispo, él montó el caballo mientras el obispo cabalgaba al anca, no miraba nada pero el caballo parecía conocer el camino, el animal se paró en dos patas frente a una maciza puerta reforzada, el Duque trató de controlarlo pero no pudo, soltó las riendas y el caballo arremetió contra la puerta, el lugar estaba solo, el caballo se calmó y entró despacio, de pronto un tropel se escuchó en dirección contraria, dos caballos se acercaban, el animal reaccionó enfurecido y se dirigió hacia la salida sin que el Duque pudiera hacer algo, al dar la vuelta el obispo soltó al Duque y cayó en el piso de madera, los caballos pasaron junto a él persiguiendo al Duque, el obispo observó petrificado la escena, los jinetes blandían relucientes espadas, vestidos con capas grises, no pudo ver sus rostros, el día comenzaba pero la niebla seguía espesa.

De pronto el obispo sintió calor, volteó la vista y vio fuego, el dolor en la pierna era insoportable, estaba cansado, sediento y adolorido, quiso caminar hacia la salida, pero su pierna izquierda se atoró en una grieta en la madera, el fuego avanzaba hacia él. Los caballos regresaban, el tropel se oía cerca, el Duque emergió de la niebla, detuvo el caballo y se bajó, liberó al obispo y lo subió al caballo, ¡Corra por su vida, vaya a la iglesia!, Por donde hijo si no veo nada, ¡No hay tiempo, deje que el caballo lo guíe, pero corra!, como pudo el obispo azuzó el caballo y este corrió en dirección opuesta a donde había llegado.

El Duque seguía con la espada en la mano, los susurros se escucharon de nuevo, vio dos sombras acercándose, ¿Quiénes son ustedes y que quieren?, preguntó, se quedó sin respuesta, mientras retrocedía, la niebla se despejaba y sus ojos pudieron ver la oreja izquierda de uno de sus perseguidores, la capa no dejaba ver más, movía la espada de un lado hacia otro en forma amenazante pero las sombras parecían conocerlo mejor, avanzaban sin miedo, el filo de las espadas se vislumbraba con la luz de sol que lograba penetrar el muro de niebla que había vuelto a cubrir el callejón. De pronto no había sombras enfrente, solo se escuchaban los susurros y los pasos que parecían venir de todos lados, ¡Duque!, se escuchó a la distancia, una voz joven, el Duque volvió la vista en dirección al grito y su cabeza rodó por el suelo manchándose con el fango de la callejuela.

El obispo logró dar con la iglesia, las torres ya sobresalían de la niebla mientras el día avanzaba, ¿Dónde estará el Duque?, pensaba mientras avanzaba todavía montando hacia las puertas de la iglesia, de pronto el tropel de caballos se volvió a escuchar, golpeó la panza del caballo para que se diera prisa, descubrió que la puerta estaba cerrada y que no había nadie quien escuchara, no podía bajarse del caballo, ¡Duque, Duque! exclamaba mientras los caballos se le acercaban cada vez más, las sombras se perfilaban sobre la niebla, ¿De donde vienen, ¡engendros!?, las espadas se iluminaron y la cabeza de Duque apareció junto a uno de ellos quien la sostenía del rubio pelo, se la arrojó al obispo quien no pudo hacer más que gritar mientras los dos jinetes se acercaban apuntándole con sus espadas. De un filazo la cabeza del obispo se desprendió del cuello mientras que la otra espada lo cortaba en dos por el abdomen. Una antorcha apareció e iluminó la escena, el caballo todavía sostenía la ingle y las piernas del obispo en ropa de dormir y a dos yardas de él, la cabeza del Duque y la del obispo, nadie encontró el torso del prelado ni el cuerpo del Duque. La casa ducal ardía y hasta que se redujo a cenizas se pudo encontrar a dos jóvenes calcinados junto a sus caballos.

lunes, 6 de abril de 2009

Frías Cenizas Parte V

Una vez reunido en el comando, el soldado Kratcij fue interrogado y este contó lo ocurrido en la emboscada, como se había salvado y donde había pasado la noche, el interrogatorio terminó sin mas preguntas pero el alienado muchacho, les dijo que tenía un primo en edad de prestar servicio al ejército y que debían reclutarlo a la brevedad posible, les dio la dirección de la granja y las horas en las que Nikola estaba solo.
En dos días un comando especial, formado para reclutar jóvenes en edad o que por lo menos tuvieran el cuerpo de alguien de dieciocho o más, salió de la improvisada base en dirección a Prijedor, dos todoterreno y un camión, comandados por el Teniente Plamen Radmil, formaban el escuadrón de reclutamiento, al paso por las derruidas calles de la ciudad fueron secuestrando muchachos y subiéndolos sin mayor explicación al camión, algunos llegaban voluntariamente inflamados de propaganda y otros no oponían tanta resistencia, se les preguntaba el nombre, se les examinaba el físico y si tenían algo que los delatara como no serbios eran eliminados inmediatamente, así además de reclutar cumplían con la tarea de limpiar la ciudad.
Salieron de la ciudad y el comandante dio la orden que uno de los todoterreno y el camión regresaran al campamento y que como solo faltaba un muchacho que reclutar, el escuadrón dentro de su vehículo podría hacerse cargo, de inmediato el vehículo del comandante partió con rumbo a la granja de los Kratcij. “Si el maldito es como Alia Kratcij debe ser fuerte y ágil, tenemos que rodear la casa para no dejarlo escapar” rumoraba el teniente en la cabina del vehículo.

Darko estaba cerca de la ventana de la casa cuando vio venir el todoterreno, inmediatamente corrió a avisarle a su primo, quien se escondió debajo de unas tablas de la cocina. Dos soldados se bajaron del vehículo y de una patada tiraron la puerta, los otros cuatro rodearon la casa, Darko asustado salió a recibirlos, con gritos le preguntaron al muchacho por Nikola, con palabras entrecortadas y con el miedo a flor de piel, les dijo que no estaba que había salido en la mañana a Prijedor, por un momento los soldados pensaron que era posible que ya lo tuvieran en el campamento, pero por las dudas debían revisar la casa, Darko los seguía a todas partes y se asustaba de forma delatora cuando se acercaban a la cocina, abrieron los cuartos, los guardarropas y la alacena y no encontraron nada, salieron a decirle al teniente que no habían encontrado a Nikola, “cómo, ¿el maldito muchacho no está aquí?”, “así es señor, seguramente ya lo reclutamos en la ciudad”, “imposible, no está en la lista, busquen de nuevo ¡imbéciles pedazos de mierda!”, les dijo bajándose del vehículo y sumándose a la búsqueda, Darko lo miraba intrigado y temeroso, cuando lo vio acercarse corrió hacia dentro de la casa, el oficial intuyó que el muchacho sabía algo y decidió perseguirlo, lo arrastró hasta la cocina y empezó a hacerle preguntas, el muchacho con la garganta trabada del susto no lograba articular palabra, “¡eres imbécil, mudo o que diablos!” le gritó el oficial mientras le ponía la pistola en la frente, “vas a decirme donde está Nikola o te destapo el cerebro, pequeño gusano”, Nikola quien escuchaba todo desde su escondite en las tablas de la cocina, no pudo más al ver en peligro a Darko y salió de su guarida, el teniente llamó a sus soldados, quienes sin esperar la orden empezaron a golpear a Nikola, mientras el oficial le decía a Darko que le iba a enseñar a no burlarse de los oficiales de glorioso ejército federal.
Le arrancó la camisa y los pantalones, de un puntapié lo arrojó contra la pared, caminó hacia él abriéndose los botones de la fatiga camuflada, le tapó la boca con la mano izquierda mientras se desabrochaba el pantalón, Darko sintió como el desgraciado militar entraba en su cuerpo para arruinarle la vida para siempre, lo estaba violando con total impunidad, enfrente de su primo quien yacía atado en el piso de la cocina y de los seis soldados de la unidad a quienes parecía importarles muy poco lo que ocurría y se dedicaban a propinarle golpe tras golpe al pobre conscripto. Cuando el oficial se apartó de él, Darko cayó desmayado al piso, al verlo el oficial ordenó a uno de los soldados que lo llevara a un cuarto, el que fuera, mientras él se encargaba del nuevo recluta. El soldado tomó de los brazos a Darko, lo arrastró hasta el cuarto más próximo y a punta de cachetadas hizo que recuperara el sentido, le preguntó el nombre e inmediatamente se dio cuenta de que era el hermano menor de Alia, quien siempre lo mencionaba en las pláticas con sus compañeros como un niño bueno pero un poco retraído y que era el vivo reflejo de la mujer que fue más madre que su propia madre, la malograda Valentina Kratcij, un sentimiento de culpa invadió al joven militar, quien miraba como el cuerpo translúcido y tembloroso del muchacho estaba lleno de moretones a causa de los golpes del teniente Radmil, “le jodió la vida a este niño, es un maldito desgraciado” pensaba el soldado mientras encontraba la forma de cubrir el cuerpo de Darko, quien no paraba de llorar. El soldado salió del cuarto cuando escuchó los gritos burlones del teniente, “no te aproveches de que el gusano ese está inconsciente, date prisa tenemos un grupo de bestias que entrenar, ¡no se va a morir!”, esos gritos fueron lo último que escuchó Darko esa fatídica tarde.